Estrenamos el calendario de actividades de Ziclón de 2017 con la Salida Oficial de Boulder. La actividad estaba programada para los días 28 y 29 de enero de 2017 por los alrededores de Béjar, en el sur de la provincia de Salamanca. Habíamos pensado repetir visita a las zonas de Peña de la Cruz y Valdesangil.
Los días previos a la salida, las previsiones del tiempo no invitaban mucho a salir de casa. Frío y agua. Y, para colmo, se inicia un incendio forestal en la sierra de Béjar. ¡Un incendio en enero! ¿Estamos locos?.
Pero como los ziclonienses estamos un poco trastornaos y teníamos muchas ganas de salir de casa, el sábado 28 por la mañana, cargamos las colchonetas, los pies de gato y las viandas en los coches y pusimos rumbo a Béjar. De Valladolid salimos Rirchard, Manu y Cuenca. De Cuellar, Pablo y Rubén. Y el viernes ya habían llegado a la zona, desde Valladolid y Burgos respectivamente, Varry en una furgo y Jose y Vir en otra. Todos tipos recios y con muchas ganas de blocar.
Durante el viaje, visitas continuas a las web del tiempo, a ver si en alguna daban un poco mejor y la tomábamos por buena. Y cuando llegamos a la zona, la verdad es que el tiempo era bastante mejor de lo esperado. Hasta salió algo el sol. ¡No hay que perder tiempo! ¡A los bloques! Que luego igual no se puede hacer nada.
El sábado tocó Valdesangil. El plan original de ir a la Peña de la Cruz fue desechado por la nieve caída en la zona. Así que fuimos hacia el pueblo, y aparcamos en el lugar habitual para dirigirnos al Sector Carabancheles. El tiempo en ese momento era bueno, los ánimos estaban a tope y cargados de colchonetas, pies de gato, bolsas de comida y hasta una bota de vino, nos fuimos lanzados a por los bolos de la zona.
Comenzamos escalando bloques fáciles de «garbancito», para ir haciéndonos al tipo de escalada del lugar. Con nombres como «Iniciación» (3+) y «Bienvenida» (4º), invitan a empezar por ahí, ¿verdad?.
Varry y Jose, pacientemente, fueron enseñando a los neófitos (y no tan neófitos), los secretos y peculiaridades del boulder y de la escalada en granito. Son unos crack. Cómo poner las colchonetas, la manera de portear, de poner los pies y las manos para escalar… poco a poco fuimos mejorando nuestra técnica para poder meternos en bloques más duretes.
Alguno descubrió todo un nuevo mundo de escalada y se entregó a apretar a muerte. Otros se frustraron un poco al principio y decidieron probar suerte con la fotografía. Es lo bueno del monte, que hay muchas opciones posibles.
Nos fuimos moviendo por el sector, probando diferentes bloques sencillos junto al Techo de la Pradera y en el Sector Campanillas y, algunos, resolviendo problemas pendientes del año anterior, hasta que Varry se puso serio y le metió caña a «Duro de Pelar» (6C). Fueron unos pegues muy buenos. Mientras, los demás mirábamos fuet en mano. Que no solo de escalar vive el hombre.
Para terminar el día, nos fuimos a un rinconcito donde, tras forrar el suelo de colchonetas (creo que salíamos a colcho por cabeza) nos pusimos a hacer un lance como si no hubiera un mañana. Unos con más suerte, otros con menos, otros acompañados de patéticos «no puedoooo» y muchas risas, fuimos agotando el día y las fuerzas.
Y así, con una sonrisa en la cara y las yemas de los dedos rojas, recogimos los telares y nos fuimos al pueblo a por una merecida cerveza. Después de hidratarnos, otro trayecto de autovía hasta el albergue, en Salvatierra de Tormes. Allí disfrutamos de una copiosa cena, de más hidratación a base de cervezas y nos reunimos con Yaja y con Chufi, que no podían venir antes, pero no querían perderse la salida ¡Bienvenidos chicos!.
El domingo amaneció con llovizna ¿qué hacemos? Probemos por Béjar. Un café en Béjar bastó para cerciorarnos que por allí no íbamos a escalar ese día. Llamadas a «papa» David, consultas a croquis, internet… y al final, una idea: «probemos en Becedas». Allá que nos fuimos.
Y en Becedas al llegar, tampoco es que el tiempo fuera para tirar cohetes. Pero al menos no llovía. Así que, un poco más remolones que el día anterior, nos fuimos a buscar un sitio con bloques secos. Y eso si que fue la aventura. Sin croquis ni ninguna referencia, ni conocer la zona, buscamos bloques secos y que pudiéramos escalar. Y después de un paseo por un bosque de robles precioso, encontramos lo que buscábamos. Un escalón de roca al sol y con posibilidades de escalada. Nos pusimos a darle pegues y fuimos saliendo por arriba todos, menos Vir y Cuenca, aunque no porque se lo curraran menos. La zona dio para otros dos o tres bloques más. Aprovechando, eso sí, el sol que se colaba por el único claro entre las nubes en kilómetros a la redonda.
Ya solo quedaba recoger y volver cada uno a su casita. Eso sí, satisfechos por el esfuerzo, con las yemas de los dedos desgastadas y preguntando: ¿cuando volvemos a hacer boulder?